IDEA DEL TIEMPO
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Resumen
LA FILOSOFÍA, como se sabe, es posible sólo gracias a esas grandes así como decisivas cuestiones de las cuales se viene alimentando desde su comienzo. En realidad, si lo vemos con el debido cuidado, son muy pocas las que, en realidad, merecen el dictado de tal, sin duda alguna por el carácter de universalidad que el saber principal posee, para poder ser lo que es. Entre las grandes cuestiones debatidas desde hace ya milenios por la filosofía y la ciencia se halla la del tiempo, del que todos creemos saber algo, porque una cosa es vivirlo y otras muy distinta explicarlo, si acaso esto último es posible. El dilatado desfile de tal cuestión en la cultura occidental -desde la Grecia clásica hasta nuestros días- sólo muestra tenaces ensayos de "adivinación" -pues, en definitiva, eso es lo que ha sucedido- del enigma que, como dice agudamente San Agustín, todos saben lo que es mientras no se preguntan en qué consiste. Pues las dificultades aparejadas en su indagación llegan a ser, diríamos, casi innumerables, como, por ejemplo, si es algo en sí mismo o, por el contrario, es una cualidad o un modo de ser de otra cosa; si acaso es uno solo y siempre el mismo; o si es continuo o discontinuo, finito o infinito, absoluto o relativo, divisible o indivisible, etcétera. Y así, desde Aristóteles, la batallona cuestión del tiempo sigue dando que hacer, sin que, en realidad, haya sido posible hasta ahora descubrir su esencia y su consistencia. Además, casi es constante -vamos a decir así- la tendencia (tal vez determinada por la necesidad) a examinar la cuestión del tiempo relacionándola con la del espacio, la conciencia, la materia, el instante, la eternidad y la historia, y así sucesivamente.
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