GABRIELA Y CUBA
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Resumen
La primera relación que tuvo Gabriela Mistral con Cuba la estableció mediante la figura de José Martí, el Apóstol de la Independencia y la Libertad. Afirmaba que Martí pertenecía a la estirpe de los escritores que se hacían amar por una inusual mezcla de virtudes: virilidad y ternura, inteligencia y voluntad. Gabriela suponía que los aborígenes exterminados de la Isla eran indígenas de singular nobleza, los más indulgentes y compasivos de América, pues el trópico mostraba a su vista una vida menos dada a la violencia, por su benigno clima y fértil suelo, que sosiega el carácter, atempera los rigores de las penas y suaviza la dureza, se trataba de indios míticos ante su fantasía. Con estos criterios se construye una imagen de los cubanos que después singularizaría, modificaría y cambiaría. Pero en la obra martiana encontró siempre su máximo ejemplo de pureza y dignidad, de admiración y grandeza, de combinación sublime en una criatura humana; con aguda visión, halla en Martí las mejores cualidades de la especie. Se preguntaba: “¿Y de dónde nos llega este ser difícil de manufactura interior en que los hombres hallan la varonía meridiana, la mujer, su condición de misericordia y el niño su frescura y su puerilidad juguetona?”. Reflexionaba sobre la “grosera varonía” inculcada por la educación, que el Apóstol cubano rechazaba con sensibilidad hacia la mujer y con el aroma de la infancia.
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