GUADALAJARA EN UN LLANO
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Resumen
La capital de Jalisco se asentaba en una llanura bien cultivada, gozaba de una "primavera perpetua". Mariano Otero, con el entusiasmo de sus 25 años, escribió en 1842 que la mayoría de sus paisanos se distinguían por la rectitud de juicio y la moderación de principios; otros, en cambio, calificaban de apasionados a sus políticos. Tirios y troyanos coincidían en que era acogedora y amable; pero según Mathieu de Fossey sus diversiones eran meras "reunioncitas": bailar al són de las guitarras, almuerzos en las huertas de los barrios, paseos a los baños de Los Colomos o a la villa de San Pedro, cabalgatas a la luz de la luna, etc. Destacó, en cambio, la originalidad de su música, según otros "las clases bajas " cantaban aires ligeros españoles y las señoritas cavatinas italianas.
Otero no veía en Guadalajara los contrastes de la ciudad de México, entre maravillosos palacios e inmundas casas de vecindad. Las casas céntricas eran de estilo morisco, con anchos patios y las más lejanas tenían huertas. Pero un viajero francés vió lo que los ojos tapatíos de Otero no habían visto: informes construcciones de adobe, horadadas con algunos agujeros a modo de puertas y ventanas. Sus moradores dormían en petates en compañía de incontables pulgas y chinches.
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