UNA TAXONOMÍA DE LA VIOLENCIA POLÍTICA, CON ESPECIAL REFERENCIA A MÉXICO
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Resumen
Violencia y violencia política constituyen dos expresiones polisémicas y, por lo tanto, de uso muy oscuro y complejo. Por ejemplo, suelen usarse como sinónimos agresión conflicto = violencia (en cualquier orden o combinación), lo cual muestra las dificultades que enfrentamos en el plano lingüístico, menores todavía a las que debemos solucionar en la interpretación de la realidad. Hace ya algún tiempo, Santiago Genovés (1977) llamaba la atención sobre esta presentación caótica de la terminología. Él agregaba diez términos más a la lista, lo cual era una complicación adicional. Lo destacable es que quizá no hemos avanzado mucho en estos últimos treinta años.
Es probable que "agresión" y "violencia" puedan tener acepciones similares en el lenguaje común; sin embargo, preferiría aplicar el término violencia sólo a aquellas circunstancias del comportamiento humano en las que, como consecuencia de las acciones, se deriva la muerte física (o su posibilidad) de una o más personas, mientras que en la agresión los daños físicos serían menores. La agresión, no obstante, no está exenta de coacción psicológica, capaz de provocar mayores daños a una persona que la acción física. Claro que esto es a veces un problema de matices y no siempre puede marcarse la diferencia de manera clara o tajante. En apoyo de esta idea, podríamos citar a Hannah Arendt (1970), quien señalaba que la distinción entre los conceptos de fuerza y poder del de violencia reside en que esta última requiere de implementos (subrayado de ella), estableciendo una característica especial en los últimos tiempos, ya que la revolución tecnológica ha creado condiciones para una inversión de medios y fines, siendo estos últimos ocultados o desplazados por aquéllos.
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